Una recepción fría
Call of Duty: Infinite Warfare se puso a la venta la semana pasada. Desde su primer tráiler, el escepticismo levantado por este título ha sido evidente: su apuesta por llevar la saga a las estrellas no conseguía mitigar la sensación de repetición de contenido y mecánicas que lleva lastrando las anteriores entregas.
El hecho de que su tráiler sea el que más dislikes ha conseguido en la historia de Youtube vendría a indicar o bien que hay una legión de seguidores que detestan esta saga o que la propuesta de este año no conseguía conectar con el público.
La poca confianza que el juego podría inspirar de primeras también se vio reforzada por la decisión de Activision de vender el remake de Modern Warfare, título emblemático de la saga, sólo con la edición especial de Infinite Warfare.
¿Tantas dudas tenían de la viabilidad de su nuevo juego, que tenían que venderlo pegado a la nueva versión de una entrega clásica? Se trata de una práctica fea para aquellos que sólo desean jugar al remake del original, y no están interesados en una propuesta que, por otra parte, es radicalmente diferente.
Por si fuera poco, hay que tener en cuenta que en las últimas semanas han sido lanzados Shadow Warrior 2 (del que tenemos una magnífica review aquí mismo), Battlefield 1 y Titanfall 2. Todos son shooters en primera persona con componente multijugador, e incluso uno de ellos apuesta por una ambientación similar. Esto ha tenido como consecuencia que las ventas de Infinite Warfare por ahora son palpablemente inferiores a la entrega del año pasado.
Pese a lo poco prometedor del conjunto, el fan de la ciencia ficción que el que suscribe estas palabras lleva dentro me hizo dar una oportunidad a la campaña del juego. La experiencia para un jugador de toda la saga Call of Duty casi siempre ha sido satisfactoria… y breve.
Los amantes de los juegos en solitario en consola siempre encuentran en esta saga un juego “de alquiler” perfecto, pues en un fin de semana pasarían unas frenéticas seis horas salvando el mundo para posteriormente devolverlo.
Con esa idea en mente me lancé a la aventura y la grata sorpresa que me he llevado bien merece dedicarle estas palabras: la campaña de Infinite Warfare es memorable. Arrastra errores comunes al núcleo de la saga y sigue sin ser demasiado larga (aunque más que otros títulos de la saga), pero estos quedan eclipsados si te dejas llevar por sus puntos fuertes.
Welcome to the Retribution
El juego nos pone en las botas (y traje espacial a juego) de Nick Reyes, nuestro típico héroe de blockbuster noventero veraniego que se verá obligado a asumir el mando de una enorme nave espacial tras un devastador e inesperado ataque. Algo como Pearl Harbor pero con lucecitas y pew pew pew.
¿Los malos malísimos? SDF o Settlement Defense Front. Fuerza militar que opera desde Marte y alrededores con unos motivos para su maldad probablemente justificados. A resumidas cuentas, son como los Helghast: malvados nazis del espacio que atacan un planeta pacífico, libre e indefenso.
La cara visible del SDF es Koch, interpretado por Kit Harrington (Jon Nieve, para los amigos). Su papel en el juego es importante, pero la trama no gira alrededor de él tal y como pasó en Advanced Warfare con Kevin Spacey.

La historia del juego es una de sus principales fortalezas: no es original, tiene agujeros e incoherencias y algún que otro giro forzado, pero sus personajes reciben tanto y tan buen texto en general que lo otro se olvida un poco.
Uno de los grandes aciertos es la insistencia en el uso de secuencias de vídeo en tercera persona, que muestran a tu personaje interactuando con todos los demás. Estas secuencias están bien realizadas y en ocasiones son inesperadamente largas, permitiendo que todos los personajes tengan espacio para desarrollarse.
Esto se une a la posibilidad de controlar a un personaje con voz y voto en todo lo que ocurre a su alrededor; Nick Reyes comentará sus miedos y conflictos con sus compañeros, y experimentará dudas acerca de su papel y acciones en momentos que funcionan simplemente porque están bien escritos.
El logro de permitir que los personajes de esta historia se explayen es que estos nos importarán cuando llegue el apoteósico (imposible calificarlo de otra manera) clímax final. Al comentar lo que me estaba gustando la historia de este título, mis amigos en ocasiones se mofaban de que me tomara “en serio” argumentalmente un Call of Duty. Eso dice mucho de las virtudes del título.
Inmersión total
Las secuencias de vídeo constantes (omitibles en su mayoría, pero ¿por qué te harías eso?) cumplen una labor adicional: enmascarar los tiempos de carga. Se trata de algo que no es novedoso ni siquiera dentro de esta saga, pero que ante un juego con tantos cambios de escenarios complejos es vital y está ejecutado maravillosamente.

Todas las misiones empezarán dentro de la Retribution, nave de la que el jugador es el capitán. Puedes explorar ciertas zonas de la misma en las que podrás escuchar a tu tripulación o personalizar tu equipo, así como quedarte observando la actividad que tiene lugar a tu alrededor.
Cada vez que comience una nueva operación, las secuencias de vídeo de turno enmascaran cualquier punto muerto o tiempo de carga, consiguiendo que el juego se note como un todo fluido e imparable.
Esto resulta en una sensación de inmersión reforzada. A esta contribuye también la imaginación que tienen detrás todos los diseños del juego: armas, armaduras, naves e incluso procesos como despegar y aterrizar tu caza tienen pequeños detalles y mecánicas que te permiten sentirte de verdad dentro del juego. Rara vez hay algo que rompa tu sensación de estar luchando ahí fuera.
Jackals, ready
La fatiga que la saga Call of Duty experimenta tras tantas entregas anuales es innegable, e Infinite Warfare trata de diferenciar su propuesta dando peso a las secciones en las que tomarás parte en batallas espaciales a bordo de un caza (que además, puedes personalizar).
La primera vez que se mostró el juego, estas secciones parecían un añadido puramente estético que parecía enmascarar aburridas secuencias sobre raíles… Nada más alejado de la realidad. Aunque su control es sencillo y está muy simplificado respecto a otros simuladores de combate aéreo u espacial, los combates espaciales son frenéticos, espectaculares, divertidos y dan suficiente libertad de movimiento al jugador como para permitir que este “se flipe”.

Luchar contra ases enemigos en los restos de enormes naves destruídas, esquivando restos mientras tratas de alcanzarles, es muy espectacular. Cierto es que la mecánica de “apuntado” simplifica mucho el derribo de las naves enemigas, pero no estropea lo épico de la experiencia.
Además, muchas misiones combinan el combate de infantería típico de la saga con el uso de tu nave. Por motivos siempre justificados, puedes acabar llamando a tu nave y saltando a ella. En ese momento, se producirá una transición muy fluida de un tipo de jugabilidad a otro: todo se siente como parte de un todo.
Diseño sonoro impecable
El sonido es una categoría en la que resulta difícil no mencionar el impresionante trabajo que la saga rival, Battlefield, siempre ha llevado a cabo. Sin embargo, este Infinite Warfare también destaca tanto por sus efectos como por su adecuada banda sonora.
El sonido de las armas me parece muy acertado y visceral, mientras que los sonidos relacionados con el despegue, manejo y combate con la nave espacial son directamente sobresalientes. La banda sonora no es que sea buena, es que está bien usada: la música cobra protagonismo a la hora de reforzar todos los momentos clave del juego y nunca falla en su tarea de ayudar a la inmersión.

Aterrizar nuestra nave en el Retribution tras una apurada batalla espacial mientras las notas más épicas del tema principal suenan te hacen sentirte un auténtico héroe de acción, mientras que algunas misiones más pausadas (una de ellas, inquietante, me recordó a Alien Isolation) reciben melodías llenas de misterio y tensión.
Visualmente espectacular
La constante crítica hacia esta saga de reutilizar el mismo motor es totalmente justificable: por lo que pone en pantalla, Infinite Warfare no debería impresionar mucho al compararlo con títulos como Battlefield 1.
Sin embargo, su notable y variada dirección de arte consigue que el juego impresione visualmente a propios y extraños: planetas llenos de color, zonas decididamente hostiles y, en general, mundos preciosos que refuerzan la sensación de estar inmerso en un viaje muy épico son una constante.
A esto se suma la ya mencionada buena dirección de las escenas de vídeo y los efectos de nuestros gadgets (cuando vamos a pie) o de los estragos causados en órbita a los mandos de nuestra nave (hay explosiones demasiado grandes como para pensar en la falta de oxígeno que las haría posibles).

Sólido pero familiar en tierra
Meter tiros a pie en Infinite Warfare es muy similar a meter tiros en cualquier entrega anterior, pero la ambientación espacial ha sido aprovechada para conseguir mecánicas y momentos muy buenos.
Todos los que hayan jugado a títulos de la saga recordarán momentos como la misión de Chernóbil en Modern Warfare. Pues bien, Infinite Warfare tiene varios momentos que se me antojan de una calidad similar o incluso superior.
Los hay que parecen sacados de otros títulos: protegerte de un sol abrasador buscando el cobijo de las sombras como en Mass Effect 2 o explorar edificios angostos y vacíos a oscuras con la ayuda de tu linterna a lo Alien Isolation, con la certeza de que algo malo espera en la siguiente esquina.
Otros, sin embargo, sólo fluyen y se distribuyen tanto en las partes de combate en nave espacial como en las de infantería. A esto se añade el diseño vertical de los niveles, que permiten sacar uso del jetpack para moverte con libertad a la hora de atacar a los enemigos.
Los gadgets como granadas que siguen a los enemigos o escudos antibalas funcionan y añaden muchas posibilidades con las que jugar, pero el rey de todos ellos es el módulo de hackeo: es muy divertido y sencillo tomar el control de una unidad enemiga y sembrar el caos en la retaguardia.
Además, el juego parecía ser más permisivo con el castigo que nuestro avatar recibe en el campo de batalla. Puedes recibir más daño antes de morir, permitiéndote divertirte probando cosas nuevas.
Nunca tuve la sensación de no estar jugando a Call of Duty, pero sí que parecía por momentos que estaba jugando a un híbrido de la saga con lo mejor de la saga Crysis: los enemigos no se sentían monigotes en una galería de tiro esperando, sino desafíos que superar de muchas formas diferentes.
Otro gran shooter singleplayer
No he jugado a los modos multijugador ni cooperativos de Infinite Warfare, pero en el año en el que Doom, Titanfall 2 y Shadow Warrior 2 han hecho disfrutar a los amantes de los juegos de disparos en primera persona para un jugador, creo que es obligatorio añadir esta experiencia a la lista.
Como jugador que ha explorado todo el componente para un jugador de esta saga, creo que es sin duda la mejor entrega que he jugado hasta la fecha. Se trata, como mínimo, de un alquiler obligatorio para todo aquel que ame la ciencia ficción o disfrute con esta saga.