El pasado 29 de enero se cerraba el círculo. Tu canción se alzaba victoriosa en la carrera para representar a España en la LXIII edición del festival de Eurovisión al tiempo que se convertía en el desenlace perfecto de una historia de ensueño: la historia de Amaia II de España y Alfred de Catalunya, responsables (ironías territoriales a parte) de devolvernos a aquellos inicios de reality e instituto, de ver la apuesta del ya mítico Escondidos y subirla.
Tu canción es un tema hecho a media, no tanto para ellos como artistas como para su historia, así, en plural. Una balada a dos de crescendo coreable pero tierna, mona más bien, que nos habla de forma sencilla sobre el primer amor. En el apartado visual una puesta en escena basada en blancos y negros que busca lo cinematográfico que encandiló las redes en City of Stars con un aura de filtro de Instagram que multiplique los Me Gusta.
La forma entrañable de la propuesta encuentra su guinda en un contenido que bebe de la autenticidad de los hermanos Sobral. El estilo intimista y emotivo de Amar pelos dois ha impregnado la historia Almaia desde la interpretación de Alfred en la Gala 4 hasta el paso de Luisa Sobral por el plató de OT como jurado especial de la gala de Eurovisión y es algo que podemos agradecer, más aún si tenemos en cuenta que el antecedente eurovisivo en nuestras fronteras estuvo caracterizado por un proceso de selección repleto de controversia y una actuación que destacó por motivos que nos gustaría olvidar.
La propuesta que supone Tu canción es similar a un paso de claqué realizado con precisión, resulta grácil y apreciamos su esfuerzo pero, ¿es suficiente para ser considerada la canción adecuada para Eurovisión? Permítanme que discrepe.

En tiempos de nostalgia extrema, Tu canción resulta nostálgica quizá sin pretenderlo. Nostálgica de un OT que aún no ha terminado y ya piensa en reencuentros, de un estilo con el que Portugal se hizo con el triunfo el año pasado, de unas puestas en escena que ya exploraron Rumanía y Holanda en las ediciones de 2010 y 2014 respectivamente, nostálgica incluso de un 2003 en el que el debate sobre la canción de Rusia orbitaba entorno a si habría o no beso entre sus intérpretes y también, nostalgia de nuestro pasado eurovisivo, como si mirásemos al 75 y guiñásemos un ojo a Sergio y Estibaliz mientras les susurramos Tú volverás. La nostalgia es una mirada entrañable al pasado, pero ese cariz tierno, no exime al pasado de ser eso, pasado.
Es verdad que Amar pelos dois era un tema sincero y precioso, una buena canción. Pero fue, ante todo, un salto al vacío. En un festival de larga trayectoria y supuestos patrones estilísticos, salirse de eso que se ha terminado denominando eurovisivo se presenta desde hace varias ediciones como un riesgo sin fórmula en el que no sólo vale una admiración correcta del pasado, mucho menos cuando éste resulta tan inmediato.

Retórica y referentes a un lado, quizá lo que más escueza sobre el asunto es que no estábamos carentes de opciones. Lo Malo y Arde, finalistas junto con Tu canción en esta carrera por Eurovisión, resultaban perfectas a su manera, si bien no presentaban la redondez y la sensación de desenlace perfecto del tema Almaia, tenían algo que decir y una forma de decirlo, algo que se ha convertido en seña de identidad de una edición de OT marcada por su naturalidad y su tolerancia.
Puede que la vocación de denuncia de Arde no sea novedosa pero novedad no exime necesidad, su combinación de imagen de fragilidad con actitud y voz poderosas cautiva, señala y hiere. Puede que Lo Malo pertenezca a un estilo radioformulero que le impida ganar adeptos, pero su letra en un género de señores y en un año que comienza a la sombra de manadas, la convertían en algo más que un estribillo pegadizo. El pasado 29 de enero ganó lo bonito pero también lo convencional.
Como cada edición, sólo mayo dirá si las encuestas aciertan o se equivocan, si la magia Almaia dura más que un tweet y si consiguen devolvernos a un top 10 en el que no hace mucho nos situaban Pastora Soler y Rut Lorenzo. Pero por el momento, lo único que parece claro es que muchos de los que conectemos con Lisboa en mayo no necesitaremos añadir azúcar al café.
Tu canción – Amaia y Alfred