La política actual, ¿bonita o relevante?

En un hipotético panorama político favorable para España, ningún individuo con criterio disfrutaría igual del Estado democrático que los personajes de Borgen lo hacen del suyo, bajo la batuta del showrunner Adam Price. Porque aunque se busque la cuadratura del círculo combinando colores, Ferraz sea el reflejo de una campaña de presión y el Partido Popular el huésped que pasa desapercibido, en España siempre ha existido el debate por la mayoría absoluta unitaria y unidireccional. Nada de pactos ni de negociaciones honradas. Influye, sin duda, que se haya dibujado la coyuntura del  «aquí gloria y después, el grupo mixto». Pero en Dinamarca es totalmente distinto -sí se negocia- y por eso Price, bien documentado, no sólo pone el foco de interés en los hilos que manejan a los diputados y senadores, sino también en la verdadera Fiesta de la Democracia. Votos para una coalición; una coalición para un equipo de gobierno; éste último para dominarlos a todos.

En el proceso para llegar hasta ese destino hay que dividir la estrategia de comunicación entre lo bonito y lo relevante, porque ambas parecen no poder convivir en armonía. En ambos casos, la paz no existe. Pero sí encontramos varios elementos que denotan un cambio generacional en la forma de comunicar los éxitos y fracasos. Entre ellos la transparencia -una casi-aptitud en los tiempos modernos, que viene a ser la antesala del voto asegurado-, la reputación y, en último término, el diálogo. Porque, no nos engañemos, conversar respetando la opinión no es escupir retórica mientras se agitan los brazos y se declama el eslogan electoral. Es cosa de gente normal y, bueno, no es que abunde. De otras muchas cosas, pero de eso sobre todo, habló Price en el marco de la X Edición de Tendencias Omnicom celebrada el pasado 30 de septiembre en los Teatros Luchana.

Aunque a priori no parece ser el sitio ideal, lo es absolutamente pues, ¿acaso no juega el marketing un papel determinante en la política actual? ¿No es la comunicación -en pos de la mediatización- el ala principal de las tácticas partidistas? Y, ¿en qué afecta eso la ficción televisiva? Según Price, en perpetua referencia a su criatura –Borgen-, «el corazón del storytelling [contar historias] reside en la realidad humana». Es decir, comunicar desde la experiencia, con honestidad y emoción. Tanto para las series como para los programas electorales. No olvidemos que la ficción danesa se inclina hacia el idealismo para engranar todas las pautas que expone durante sus tres temporadas. Pero, seamos francos, extrapolar la capacidad de negociación de sus personajes a los sujetos que controlan la política en España se antoja complicada, sobre todo si atendemos a que los receptores de esas reglas se negarían rotundamente. A ese respecto, Price señaló que, a día de hoy, «negociar tiene que ver con compartir, con ofrecer a la otra persona el honor de que pueda conseguir, también, lo que desea».

¿Pero qué hay de la negociación cuando es infructuosa? Lo primero que nos viene a la cabeza es la coacción. Quizás ejemplos como House Of Cards, en la que se expone con carácter definitorio la oscuridad de la presunta democracia estadounidense, refrenden esa versión cínica de la política. Realmente desconocemos si existen o no, pero lo que es indudable es que una no puede vivir sin la otra, y viceversa. Como bien define el bipartidismo. Llegados a este punto, se podría hablar de política dentro de la política. Es decir, cómo Borgen -la utopía escandinava- y House Of Cards -la hipocresía norteamericana- defienden dos modelos distintos como la derecha y la izquierda en la coyuntura actual -la Nueva Política es un disfraz con lentejuelas-, y cómo dentro de éstas ficciones se debate cuál es el ideal propenso a triunfar. No obstante, existe un punto de encuentro para los dos casos: educar al ciudadano.

Si bien los métodos políticos parecen idénticos a los de hace 20 años, lo cierto es que la forma de extenderlos por el feudo español ha cambiado notablemente -en el resto de países europeos también, pero hablemos de lo que nos interesa. Lo ha hecho en base a una máxima para Price como es la educación. Porque, según apuntó, «el reto principal de cualquier sociedad cambiante es la educación […] Es a través de la honestidad como se trabaja para que la gente entienda que ir a votar tiene sentido«. Ante todo, «el lenguaje de poder debe ser inspiracional». De vuelta con la emoción, un área en la que peligrosamente los partidos dominantes suelen recurrir al populismo de bolsillo para levantar a las masas.

Con lo cual, como clave de futuro -apoyada en un liderazgo de «escuchar y exponer ideas, tomándose todo absolutamente en serio»- quizás llegue un poco tarde o incluso no llegue. Porque los gabinetes de prensa y también los asesores de los muchos secretarios generales que ahora pasean por el hemiciclo español, conocen lo que el pueblo necesita, y en consecuencia diseñan una campaña para seducir y convencer. De la relevancia a la belleza. De la enseñanza al examen final. Ya no vale con tomárselo en serio, sino con aparentar una postura inquebrantable, de acuerdo a unos principios que empasten o bien con la queja de una parte del pueblo, o con el conformismo de la otra. Ahí es donde el éxito aparece como objeto final.

En los tiempos que corren, para alcanzarlo no sólo se debe hablar desde la palestra, sino bajar a la calle y contarlo en directo, difundirlo en las redes sociales e incluso compartir partes de la vida privada con los seguidores.  A mitad de camino entre ese discurso oficial y las reflexiones volviendo a casa cabizbajo o lleno de euforia, habita el trabajo de los denominados gabinetes de prensa -los periodistas de los partidos políticos. Para Price «es importante que los políticos y los periodistas no estén demasiado cerca porque entonces perdemos un poco la función crítica de la prensa en democracia”. Sí, la comunicación es la herramienta, el problema es que se está empleando para propagar un gas contaminante a lo largo y ancho de la península.

Price, sin embargo, va más allá mencionando el engagement o,  lo que es lo mismo, generar un compromiso. En las ficciones «tiene que ver con la identificación y con la fascinación». Empatizar y emocionar. En la política, tiene que ver con una suerte de mensaje instantáneo que respira bajo todos los eslóganes electorales: «Te comprendemos y lucharemos para que todo el mundo lo haga. No estás sólo». Se trata de liderar una corriente de pensamiento como si todo consistiese en un juego de instintos en el que siempre ganan los mismos. De captar el voto y fijarlo para siempre en la memoria, como un recuerdo precioso y relevante, como un capítulo de Borgen.

 

Sobre Mario Álvarez de Luna

Periodista cultural | Crítico cinematográfico | Analista televisivo.

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