¡Cuidado, spoilers!
Tres temporadas, dos cursos escolares y parece que los alumnos del Àngel Guimerà han vivido una vida entera. La máxima de Merlí era conseguir que sus alumnos tuviesen una actitud crítica y reflexiva en la vida, y algo consiguió. Los peripatéticos del Siglo XXI han pasado de ser unos recién nacidos a unos bebés que ya pueden corretear sin ayuda del tacatá.
Es el caso de Joan Capdevilla, que pasó de ser el niño empollón e inocente a un reputado abogado, tal y como se esperaba de él, pero que vivió en medio una larga odisea del auto descubrimiento. Pero el verdadero autodescubrimiento está en Pol Rubio, personaje brillante donde los haya, con más aristas de las que se pedía, y que acaba cargando, a juicio mío, con el peso de la serie.
Si bien Pol era el elemento dinámico para orquestar, en cierto sentido, la salida del armario de Bruno durante la primera temporada, este también jugaba otro papel: ser el aprendiz del filosofo. El chaval que, según muchos, echaba su vida a perder como muchos creían consiguió despertar de su ensoñación cuando llegó Merlí. Platón ya tiene su Aristóteles.
Pol es el favorito de Bruno y de Merlí, cada uno por sus razones. Y del público, por supuesto. El personaje de Carlos Cuevas consigue apropiarse del protagonismo de la serie, y no era difícil. Progresivamente a lo largo de la segunda temporada y en el final de la tercera, Bruno pasa a ser el mismo elemento dinámico que ayuda a Pol a salir de su propio pozo. Pero si Bruno es la polea, la cuerda la tendió el profesor de filosofía al ayudarle a romper su caparazón, a quitar la máscara del tipo malo que teme a la pérdida y como consecuencia al amor mismo.
Así es como Pol Rubio decostruye su masculinidad y a sí mismo. Una ruptura con los valores impostados socialmente que encorsetan a las personas y que, gracias a que se suscribe a este tipo de ficción, cala en los más jóvenes.
Si bien el final de ‘Merlí’ es agridulce, este no podía ser más perfecto. A modo de un epílogo de 50 minutos, vemos como es la vida de los peripatéticos: simple, normal, imperfecta, aburrida si cabe. La realidad es más dura de lo que nos cuentan, la magia no existe. Pero estos chavales al menos tienen las herramientas para guiarse por el camino de la vida, la filosofía. Ya pueden corretear sin el tacatá. Y caerán miles de veces, pero se levantarán otras tantas.
Tráiler de la tercera temporada de ‘Merlí’