Más de tres años han pasado ya desde que se abrió la puerta de nuestro ministerio y con ella, las puertas del tiempo. Javier y Pablo no solo nos brindaron la posibilidad de viajar a través de la historia de nuestro país, sino también la posibilidad de soñar. La posibilidad de aprender miles y miles de anécdotas de nuestra historia, de imaginar las respuestas a algunos misterios nacionales, ¿quién escribió el Lazarillo? ¿qué había detrás del mito del Cid Campeador? También nos otorgó la posibilidad de conocer una nueva televisión en España.
No puedo afirmar, así a ligera, si verdaderamente y tal y como se aventuraba allá por el 2015 ‘El Ministerio Del Tiempo‘ ha cambiado el panorama de la ficción televisiva española. Muchos expertos dirán que sí, otros tantos, dirán que no. ‘El Ministerio’ siempre fue polémico, y alrededor de él giran los ministéricos, sus fieles seguidores, y sus fieles detractores, que también los tiene. Pero sería un error no señalar ‘El Ministerio’ como uno de los principales agentes de cambio. Después llegaron muchas otras, muchas y muy exquisitas e inteligentes series, estando la de los hermanos Olivares a la cabeza en este necesario fenómeno.
‘El Ministerio Del Tiempo’ ha sido muchas cosas. Ha sido comedia, ha sido thriller, ha sido fantasía, ha sido ciencia ficción, drama, incluso musical. Pero sobre todo ha sido un regalo. Nos ha regalado homenajes y críticas a nuestro país, cada una cuando tocaba. Nos ha enseñado que el arte y la cultura popular no están tan alejados. Ha tocado y jugado con lo intocable, la cultura española. Nos ha enseñado por qué es importante cuidar de nuestra televisión pública. Pero más interesante aún, nos ha otorgado una herramienta de análisis de la actualidad a través de nuestra propia historia.
En estos tres años llenos de aventuras, críticas e historia, en el Ministerio ha pasado de todo, se han roto incluso sus propias reglas: viajar al futuro. La Patrulla del Ministerio se ha enfrentado a mil adversidades. A traidores, ladrones de obras de arte, a los nazis, a un reinado autoritario intertemporal, etc. La otra Patrulla, la formada por Javier Olivares, Anaïs y Abigail Schaaff y Marc Vigil entre muchísimos otros, también ha tenido sus batallas. Las luchas contra la cancelación, las idas y venidas del reparto, los intentos de plagio, las críticas infudadas, el insuficiente presupuesto y la escasa promoción.
Todo esto se aúna en el episodio final «Entre dos tiempos», un homenaje a la televisión, un homenaje al gran Chicho Ibañez Serrador y sus ‘Historias Para No Dormir’ y un homenaje a los ministéricos. ‘El Ministerio del Tiempo’ pone punto y final -no, y final no, independientemente de si vuelve o no, este ministerio ya es propiedad de la historia y cultura española-enfrentándose a su propia destrucción. Como ha hecho casi siempre, pero ahora dentro de la pantalla en un ejercicio de metaficción cuanto menos interesante que presenta un inteligente juego de la serie consigo misma, con potencial de sobra para tejer el cierre de esta etapa. ¿El Ministerio del Tiempo intentando destruir la serie de ‘El Ministerio del Tiempo’ en el que posiblemente sea el episodio final? ¿No parece la guinda del pastel perfecta?
Mentiría si escribiera aquí que no disfruté anoche como un niño pequeño. Y sí, por supuesto que el episodio estuvo a la altura de la temporada y de la serie. Tampoco es el mejor episodio. Me corrijo, no es mi episodio preferido. El broche de la segunda temporada fue más poderoso, más atractivo. Así como muchos otros capítulos que son verdaderas joyas. Podría decir que este sería mejor si se hubiese centrado al completo en desmantelar esta otra serie dentro de la serie, pero no vivimos en esa linea temporal. El tiempo es el que es, ya lo dice Salvador. Sin embargo, este ministerio privatizado que busca el lucro a través del turismo intertemporal, aunque interesante y divertido, no se ve a sí mismo tan fresco e innovador como la propia serie pues ya habíamos visto un juego similar en el broche de la segunda temporada.
Del ‘Ministerio’ me quedo con muchas cosas, qué digo, ¡me quedo con todo! Es buena, exquisita e innovadora televisión actual. También es televisión de toda la vida. Es presente y pasado, y estoy seguro que también futuro. Su exuberante transmedia, sus alocadas referencias, sus entrañables personajes que parecen formar parte casi de nuestra familia. ¿No es todo lo que una serie tiene debe ser? ¿No fue siempre la televisión una ventana que se abría cada semana a una familia con la que deseabas estar una hora -una hora y diez en este caso-?
Promo de la tercera temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’