Alberto Rodríguez: «La historia de ‘El hombre de las mil caras’ debía ser contada»

Alberto Rodríguez, un director que construye sus proyectos en una pequeña orfebrería cinematográfica de la que sólo él y Rafael Cobos -su eterno aliado a los mandos del guión- saben su ubicación, entra dispuesto a todo al Irish Rover de Madrid. Junto a él, sin que la calvicie si quiera asome y sonriendo hasta que sus gafas de pasta negras se disuelven con las cejas, aparece Carlos Santos, actor de multitudes y eje en funciones de El hombre de las mil caras, última cinta en la que ambos han sido uña y carne. No es que haya habido otras, pero su relación in situ los escenifica como dos artistas con grandes vínculos. Vienen a repasar su vida y obra mientras bisoños periodistas les inundan a preguntas, pero sobre todo acuden a una reunión de amigos donde charlar de lo cotidiano con la mano pegada a una pinta de cerveza es la norma. Inmersos como están en la promoción de este nuevo thriller basado en el libro Paesa, el espía de las mil caras, que llegará a las salas este viernes 23 de septiembre después de haber conquistado a gran parte de la crítica en el Festival de Cine de San Sebastián, acceden a participar en el evento que organizan varios bloggers esporádicamente -cuando las agendas de los grandes tienen un pequeño hueco- y que recibe por nombre #PelisYTuits.

El director de La Isla Mínima, Grupo 7 o After también está en plena pre-producción de su nuevo proyecto para televisión: La Peste. Ambientada en la Sevilla del siglo XVI, la serie tendrá un componente, según adelanta Rodríguez, de absoluta realidad callejera. «He querido mostrar la realidad de aquella época a pie de calle. Y es que en aquella época Sevilla era la capital de Occidente, donde se hablaban más de 80 idiomas y el 10% de la población era de raza negra». Una ciudad rica cultural y socialmente que ha seducido al cineasta, aunque «ello implique embarcarse en un rodaje de época y toda la complejidad que ello conlleva«, señala. Vale, recapitulemos antes de entrar de lleno en El hombre de las mil caras. Alberto Rodríguez, también autor de 7 vírgenes, puso su talento al servicio de las ficciones La supercafetera Hispania en 2010, por lo que los más asiduos a la pequeña pantalla y menos propensos a las salas de cine sabrán de quién estamos hablando. Dos premios Goya. Uno de los mejores cineastas españoles de un tiempo a ésta parte. Comencemos.

Luis Roldán, el director general de la Guardia Civil durante gran parte de la década de los 90, es el personaje al que da vida Santos. Un hombre escurridizo, con una barriga pronunciada, barba cortada a tijera y actitud de presunto corrupto. Lo era. Juzgado por malversación de fondos, actualmente sigue cumpliendo condena en régimen de tercer grado. El intérprete, conocido por su polivalencia -actúa en teatro, cine y televisión con la aptitud de un multiusos-, recaló como piedra angular del reparto formado por etiquetas del cine español como José Coronado y Eduard Fernández. Se prometió que el proceso de adaptación requería de precisión y humanidad. No faltó a su palabra. «Tuve que engordar 10 kilos y raparme la cabeza todos los días el tiempo que duró el rodaje», apunta con la apariencia recuperada. No sabemos si algo de Roldán se ha quedado a vivir en él, porque también quiso «darle un punto de vista más humano, para que la gente viera que [Luis Roldán] era el hombre que tuvo que pasarse un año entero encerrado en un piso, a manos de Paesa». Y es que, si «todos los personajes de las películas de Alberto son capaces de mostrar muchos lados y facetas, Luis Roldán no iba ser menos«.

El hombre de las mil caras

Quizá Santos haya dado la clave de El hombre de las mil caras: «Ésta no es una película sobre política, sino un thriller puro y duro«. Después de esto hay que contextualizar desde las raíces. En sus albores, la cinta era un encargo, según afirma Rodríguez. Llegó «antes de que pusiera en marcha otras películas como Grupo 7 y La isla mínima«, revelación que se hace evidente cuando recuerda que fueron «nueve meses de rodaje«. Y es que desde que leyó el libro en el que estaría basada la película -en sus páginas se relata fielmente cómo Francisco Paesa, agente de los servicios secretos españoles, urdió un plan de estafa económica junto a Roldán para después traicionarle- supo que era «una historia que debía ser contada«. Curiosamente, el estreno coincide con una etapa de corrupción que tiene en jaque ilusorio al partido que sigue gobernando en funciones. Y no nos olvidemos del otro detalle mercado-técnico a cargo de Vanity Fair: el actual Paesa escondido tras sus oscuras gafas de sol, copando la portada de la revista mientras hojea un periódico en su piso de París. Nadie sabía que estaba vivo, o eso asegura el director. «Nos sorprendió mucho, pero esa forma de actuar era lógica viniendo de este personaje […] Alguien dijo que había fallecido, pero se empezó a extender el rumor de que seguía vivo […] Hace un año recibimos la noticia, y todavía nadie [ni él, ni tampoco desde el Gobierno] se ha puesto en contacto con nosotros«. Santos añade que puede deberse a que todavía no se ha estrenado, por lo que ya verán si «el viernes siguen sin llamar«.

Rodar durante nueve meses un thriller de acción con tramas de espías de por medio y un sinfín de símbolos, concernientes a la cultura española de la fama encubierta, fue a desembocar en «el rodaje más duro» al que se ha enfrentado Rodríguez. Múltiples localizaciones, tantas como las caras de su protagonista -200, para ser exactos- y mucho trabajo en exteriores. «Hemos recorrido un puñado de países«, lo que se traduce en un compás acelerado que impide fallo alguno en el set. «Trasladar a todo el equipo provocaba que estuviésemos durante todo el rodaje con el agua al cuello […] También estaba la complicación de ambientar en una época distinta, con vestuario distinto, mobiliario urbano anticuado […] Todo debía cuidarse al detalle para no perder realismo». Aspecto que, en su mayor parte, pasa por la profesionalidad de los actores. A ellos se encarga de mencionar Santos, asegurando que sabían de la complejidad del rodaje, por lo que debían ir «con los deberes hechos«. Pero como en todo grupo de currantes que se precie, siempre hay espacio para la carcajada, para el drenaje de estrés en plena jornada de trabajo. «Como era un rodaje con mucha presión, intentábamos gastarnos bromas y divertirnos para que no fuera todo tan estresante«, explica el actor.

Cuando se les pregunta por una anécdota conquistada por el humor espontáneo, Santos recupera el momento con una sonrisa burlona mientras Rodríguez le mira de soslayo como un padre que, dos días después de una fuerte discusión, recuerda el momento con complicidad. «Hubo una en concreto, casi al final de rodaje. Alberto estaba muy tenso y se nos ocurrió que, en una escena en la que Roldán y Paesa tenían que despedirse, en lugar de darse la mano, se morrearan«, cuenta el actor entre risas para añadir que, en suma, colocaron «una cámara enfocando a Alberto sólo para ver la cara que ponía«. El cineasta confirma que ahora  lo ve «como algo gracioso» aunque «en ese momento sólo podía pensar en qué estaban haciendo ese par de idiotas […] Era necesario para relajar los ánimos«. Espionaje, intensidad, estafa, realidad, Historia, acción… Un puñado de elementos narrativos que deber servir, según apunta Rodríguez, para que «el público salga del cine haciéndose muchas preguntas«. Y no sólo eso, añade Santos, sino que también «se entretengan y disfruten».

Tráiler de El hombre de las mil caras

Sobre Mario Álvarez de Luna

Periodista cultural | Crítico cinematográfico | Analista televisivo.

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