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Isabel Soto, la viva imagen del teatro madrileño

Isabel Soto se presenta como ese clásico elemento de la naturaleza que convierte su timidez entre bambalinas en pasión e intención sobre el escenario. Una joven promesa que ha labrado su carrera desde abajo, como empiezan los grandes, colocando cada pieza de su puzzle profesional con precisión y exactitud, aunque con los siempre cercanos pasos en falso. Formada, según se enorgullece, en la escuela pública, Soto ha vivido una evolución casi constante, dedicada a su profesión pero sin faltar a una cita con su familia. Porque es uno de sus grandes apoyos. Y no como el tópico en el que se estancan los conformistas, sino en base a una lucha ininterrumpida por sobrevivir cumpliendo sueños, rompiendo listones y abriendo ventanas que para alguien con menos valor se presentarían tapiadas. Microteatro por dinero y El Escondite son las compañías que apadrinaron su talento para trabajar sobre él -Soto es imprescindible en sus programaciones de un tiempo a esta parte- confiando, por aquel entonces, en que tocaría la bóveda de las salas como lo hace hoy: como actriz y directora.

No extraña su capacidad de reinvención -ha marcado sus pasos tanto en televisión como en cine, radio y teatro- pues es la referente entre sus hermanos y primos; un liderazgo natural que, según asegura, hace que «esté tan unida a todos ellos». Fue Collado Villalba la que se apropió de sus inicios, concretamente el teatro municipal donde Soto estaba destinada a brillar interpretando a numerosos personajes y bailando con una cadencia que ya anunciaba un futuro repleto -que no exento de luchas y sacrificios- de oportunidades. Años y funciones después, la actriz inició su andadura en la escuela de Cristina Rota. «Cuando empecé con 19 años, tenía unas ganas enormes de sentirme adulta, de hecho me comportaba como tal», asegura una persona que ahora se considera «pequeña, vulnerable y sensible pero mucho más humana«.

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Pero como todo bien que se precie, a veces inflige dolor y presume de ímpetu para tirar todo por tierra. Soto no se zafó de esa sensación que caracteriza el empeño de un artista por trascender a la purpurina y los focos del mundo mediático. «Mentiría si dijera que no. Se me pasó dejarlo al cumplir los 30, aunque fue momentáneo», afirma sin pudor para subrayar rápidamente que la interpretación es su motor de vida. Es transparente y decidida, aptitudes que le sirvieron para ponerse a las órdenes de David Trueba en la ficción ¿Qué fue de Jorge Sanz?. Para el celebérrimo cineasta español sólo tiene una frase: «Es un hombre del Renacimiento [viviendo] en éste siglo». Allí interpretó a Almudena, la desenfadad novia de Santiago Segura. Fue en ese momento donde parecía que su pasado como bailarina iba a pasar por delante sin pararse si quiera a despedirse. Y es que Soto, a pesar de sus autoproclamados -y nada ciertos- problemas de flexibilidad para moverse con soltura sobre el escenario o delante de una pantalla, también tiene cultivada la parcela de la danza. Aunque prefiere el arte dramático: «Es lo que me mueve en mis propósitos vitales».

Soto tiene como lema una frase de Nina en La gaviota (Anton Chéjov), «cuando pienso en mi vocación, dejo de tenerle miedo a la vida», y en él se refleja su ambición y fe por aprender y desarrollar nuevos aspectos en su vida profesional. Formada por Alber Ponte y Alicia Luna en la escritura de guión, la actriz rubricó su primer cortometraje, Miedos, con un sello interpretativo que le valió el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cortometrajes del Teatro Pandora. Es por ello que se plantea realizar un largometraje, aunque «dentro de mucho tiempo, para estar más segura en éste ámbito». Con cautela, sí, pero sin reducir la marcha. Los obstáculos extraprofesionales no consiguen derribar a una actriz que afirma haber nacido artista. «No se elige, y a veces he sido muy drástica en ese sentido: ‘O soy actriz o me muero’. Me marchito si no tengo algo a la vista», sentencia con una claridad pasmosa antes de añadir que el mundo del arte «es un modo de vida».

Recién terminado el rodaje del cortometraje La ofrenda, de Manel J. Sánchez, Soto ya está preparando su aparición en la nueva obra de Aldo Benito, además de representar una pieza breve de Ion Arretxe -compañero de la actriz y autor de su biografía. No obstante, como cabe esperar de una artista estricta y polifacética, no podía despedir su encuentro sin dejar claro su próximo y presunto paso: cruzar el charco para difundir su mágica presencia en tierras prometidas.

Sobre Mario Álvarez de Luna

Periodista cultural | Crítico cinematográfico | Analista televisivo.

1 comentario

  1. ME ENCANTA ; ES UNA MUJER LUCHADORA

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