‘Star Wars: Los Últimos Jedi’, lo que es y lo que podría haber sido [Crítica]

¡CUIDADO, SPOILERS!

Por octava vez, sin contar ‘Rogue One‘, el cine se convierte en una ventana hacia esa galaxia tan lejana que tiene embaucados los corazones de miles y miles de terrícolas. Me vais a perdonar pues muchos no os sentiréis cómodos con mis palabras. Nunca he sido un fan de ‘Star Wars‘ y por ello no he podido ver ciertos elementos en ‘Los Últimos Jedi’, pero precisamente por mi lateralidad he podido ver otros que quizás muchas personas no.

Afirmar que el Episodio VIII es la mejor entrega puede ser, y de hecho lo es, bastante arriesgado. No obstante cabe afirmar que sí es una buena película, muy correcta en todos sus aspectos. Muy digna también, un pelín distinta y también gratificante, en cierto sentido.

La peli empieza muy bien. Poderosa, visual, imaginativa. Como ninguna otra. Es normal, la tecnología digital permite hoy verdaderas maravillas fruto de la cosecha que posiblemente sus primeras antecesoras sembrasen. ‘Star Wars’ fue el principio de algo grande, cogía una multitud de elementos de distintas culturas para construir un riquísimo universo narrativo al que trasladar las típicas historias protagonizadas por los típicos personajes. El bueno, el malo, el gobierno aterrador, los rebeldes, el bien, el mal, el maestro… El viaje del héroe, algo tan antiguo como el propio ser humano. ‘Star Wars’ sentó la base de muchísimas de las posteriores historias que se suscribirían a este género.

Pero esto queda muy atrás, ya no nos vale, hay que ofrecer algo más para satisfacer a un espectador ávido de consumir historias que ya ha engullido millones y millones de ellas. Rian Johnson coge el legado de aquello que J.J. Abrams había sembrado con sumo cuidado y le da un ligero empujón para apartarlo del lugar de donde venía, pero con la suficiente sutileza como para no romper violentamente con aquello que una vez fue.

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‘Star Wars: Los Últimos Jedi’ tiene lo que la saga galáctica nunca había tenido: matices, personajes con verdaderas dudas y una cierta complejidad en el propio ser de los protagonistas. Creo que es la primera vez que casi he sentido en ‘Star Wars’ que son los personajes los que tiran de las riendas de la historia y no es la historia la que tira de las riendas de los personajes. De ahí la sensación de estar viendo algo nuevo, de sorprendernos, de no imaginar del todo a dónde vamos. Pero repito, casi.

Me he visto maravillado por la conexión y el mutuo enriquecimiento entre Rey y Kylo. Dos piezas clave que se movían la una a la otra por los sinuosos caminos de la fuerza, con dudas, con temor. Cada uno con su propia motivación y cada uno con sus propias intenciones, también con sus propias debilidades. No eran tan distintos. Hay aquí algo rowlingniano. Un aroma a ‘La Orden del Fénix’ en ‘Star Wars: Los Últimos Jedi’ bastante dulce, como aquel intento raro de sacar a relucir la corrupción en el alma de Harry Potter en el punto más débil de su vida; una etapa de medias tintas, de máscaras y verdades ocultas, de pasado y presente, de lo nuevo versus lo viejo. Pero hay algo que la escritora británica hacía con su joya millonaria que Lucas y el propio Johnson -al que no podemos culpar de no intentarlo- no lograron: usar ese maravilloso mundo para hacer crecer a sus personajes.

Todo iba de maravilla. Rey y Kylo se habían unido. Podía ser una mezcla explosiva, pero se quedó en un bluf. Como una ola que se revuelve en el mar cogiendo fuerza para romper contra las rocas, pero que en última instancia se disuelve y convierte en espuma. Al final, todo volvía a su cauce sin dejarte tiempo para regodearte bien en aquella exclusión de la zona de confort, para disfrutar aquel abstracto raro que dotaba a la heroína y a todo lo que le rodeaba -incluida la conexión con su extraño némesis- de un toque misterioso, más prometedor de lo que realmente acaba siendo.

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Hay mucho de ‘El Imperio Contraataca’ en ‘Star Wars: Los Últimos Jedi’: la búsqueda de los orígenes, la formación, la declaración definitiva del enemigo mortal; pero también de todas las otras entregas, un revoltijo warie. No obstante, la ruptura con todo lo anterior es una constante. Ese mítico sable que se parte, ese Kylo que sugiere a Rey que olvide el pasado y emprenda en lo nuevo. Un Luke Skywalker que se marcha y una Rey preocupada, «¿Cómo vamos a ganar ahora?«. «Con lo que tenemos nos basta«, contesta Leia.

Y el humor. ¡Qué maravilla! El punto más fuerte e identitario de todo el filme. Único, inigualable, fresco y muy natural. Tocaba a todos por igual, a los «buenos» y a los «malos». Los momentos mas memorables se deben al humor. Rian Johnson aviva de manera enternecedora una chispa que prende entre la rebelión. Crea conflictos entre ellos y le da a las mujeres la presencia que nunca tuvieron en las sagas originales. Esa disputa entre la impasible y segura Laura Dern al frente de todo un ejercito y un Poe Dameron inquieto al percibir una falsa debilidad en su nueva líder. Y que lección de moral le dio. «Me cae bien», le comenta Leia a la general en funciones refiriéndose al piloto tras resolverse todo el desaguisado .

Por otro lado está Rose. Una preciosa presencia con un bonito, duro y enternecedor recorrido a lo largo de la película y una agridulce despedida en aquella batalla de colores blancos y rojos. Una película que cuando quiero referirme a ella me viene la palabra divertida. ‘Star Wars: Los Últimos Jedi’ es una película correcta, más rica a mi parecer -disculpadme una vez más- que todas sus predecesoras, y que sin embargo no ofrece lo mejor de sí misma o no es la mejor versión de lo que podía haber sido.

Tráiler de ‘Star Wars: Los Últimos Jedi’

Sobre Sergio Risquez

Graduado en Comunicación Audiovisual y Estudiante de Guion de Cine y Televisión. Entusiasta de la TV en general y las series en particular. Amante del cine y de la lectura. El Nombre del Viento me enamoró, Interstellar me hizo volar y Lost dejó huella en mí.

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