Sinopsis
Basada en el libro The Snowden files. The inside story of the world’s most wanted man escrito por Luke Harding, y en un libro firmado por Anatoly Kucherena, el abogado ruso de Edward Snowden, la película narra los acontecimientos que acompañaron la publicación por parte del diario The Guardian de los documentos clasificados que aportó el exagente de la CIA, sobre el programa de vigilancia mundial secreto de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en 2013.
Crítica
En plena efervescencia del trumpismo -ahora con apenas burbujas que escondan el vacío que hay bajo las capas de odio, miedo y caspa- no existe cineasta como Oliver Stone para componer una película en torno al hombre que derrumbó el más sofisticado muro de Estados Unidos: la vigilancia masiva de ciudadanos norteamericanos bajo orden de la NSA. No era tarea fácil, pero el director de JFK ha sabido quedarse al margen para que su obra, significativamente sobria y superficial, sirva de suplemento para el magnífico documental en directo de Laura Poitras, Citizenfour. Para ello, se ha basado en dos libros de investigación que desgranan los secretos de Edward Snowden -el escrito por su abogado ruso Anatoly Kucherena, y el rubricado por Luke Harding. Con ritmo, sin ambages y tras una contextualización un tanto artificiosa, Snowden vira hacia el melodrama doméstico en pos de desmitificar al exagente de la CIA -cuya figura se acaba idealizando aún más- que, por principios, hizo lo que muy poca gente se habría atrevido: filtrar información que comprometiese a su querido país. Pero si, tras esta cadena de datos, todavía no estás convencido de que es Stone y no otro la perfecta elección para biografiar a Snowden, es porque quizás no consideres que el patriotismo es una de las herramientas para combatir a los vagos nacionalismo y proteccionismo proyectados por el candidato republicano a la presidencia Donald Trump. Pero sí lo es. Aunque parezca inofensiva -un dispositivo para abrir aún más los ojos ante quizás el mayor escándalo político del nuevo milenio-, la cinta es una daga lanzada contra los ¿valores? del magnate. El problema, más allá de que esté compuesta como una advertencia de carácter didáctico, es que no trasciende. Tampoco ayuda que, como sucede en The Doors, la recreación del protagonista se revele la parte más importante del relato. Parece una obviedad, y en la cinta dedicada al icónico grupo de los sesenta era ineludible. Empero, cuando la crítica al sistema se convierte en el mínimo común denominador de cada diálogo, se hace latente que aquí el proceso no importa porque, al fin y al cabo, este acercamiento no deja de ser una teoría de la que ya conocemos la práctica. Decisión, cuando menos, cuestionable dada lo importante que es establecer un marco de acción con el suficiente peso argumental como para soportar el peso de una historia tan grande.
A Stone le resulta imposible deshacerse de su innata capacidad para el documental, y el público lo nota por contraste. Las secuencias que no corresponden a la dramatización del docu-thriller de Poitras, están cargadas de un romanticismo y una adulación muy alejadas de la indiferencia que genera la película como un todo desarticulado, como un juego de extremos. La credibilidad del mensaje de Snowden se difumina como la astucia de un trilero tras una tarde con el mismo público; los ataques epilépticos, los ciber-devaneos mentales del protagonista, y la recurrente aparición de un amor no del todo estable, desvirtúan absolutamente el retrato de un hombre normal, demasiado inteligente como para ser listo. Nada destaca, de acuerdo. Nada trasciende, ni abandona la corrección, pero en ese terreno tampoco puede decirse que todas hayan sido malas elecciones. El verdadero y único problema de Snowden es que Stone, aunque parezca aceptar el papel de segundón -como lo hace Shailene Woodley interpretando de manera lisonjera a Lindsay Mills, novia, que no confidente, del exagente-, quiere reflejarse a toda costa en el espejo de Citizenfour, y eso es imposible.
El documental funciona como hilo conductor, pero también como referencia constante para ensamblar todos los miembros. Si sólo nos centramos en su premisa, la cinta se desmarca hasta el infinito de la obra de Poitras: en un alarde de interés por el lado humano de Snowden, el también coguionista parece un admirador más del personaje, erigido este como un héroe inclasificable, mortal ante el desamor, querido entre sus compañeros y nuevo símbolo del pueblo rebelde. Así, la película deviene en un trabajo abigarrado no por su forma, ni tampoco por su contenido, sino por su objetivo. Da la sensación de que Stone quería para su criatura múltiples interpretaciones, desde cualquier perspectiva posible, pero no lo ha conseguido. No obstante, para el espectador que no haya visto (absolutamente) nada, Snowden será una auténtica revelación -el poder (no violento) del cuerpo militar, el miedo político a perder el control del mundo, la obsesión por manejar los hilos de una población ya de por sí captada (ideológicamente), el valor de un hombre para pulsar el botón de autodestrucción.
Tráiler de ‘Snowden’
Review de 'Snowden', lo nuevo de Oliver Stone con Joseph Gordon-Levitt y Shailene Woodley
BUENA - 6
6
Las secuencias que no corresponden a la dramatización del docu-thriller de Poitras, están cargadas de un romanticismo y una adulación muy alejadas de la indiferencia que genera la película como un todo desarticulado, como un juego maniqueísta construido a golpe de intervalo.