La adolescencia es un estribillo cantado a coro con tus amigos, es cerrar los ojos y disfrutar de un momento que crees único, el sentimiento de encajar, de pertenecer a un grupo. La adolescencia son momentos, impulsos, un torbellino de sensaciones difícil de definir que está presente en la filmografía de Céline Sciamma desde que, en 2007, dirigiese los Lírios del agua y diese lugar a una trilogía con unidad temática que ahora se encarga de cerrar Girlhood (Bande de filles).
La película, cuyo título en inglés nos hace pensar en otro de los éxitos del año, nos sitúa en la periferia parisina para contarnos la historia de cuatro princesas de barrio, pero no de esas que consiguen exclusivas y saturan realitys, no. Girlhood pone cara y voz a esas princesas que sueñan con ser divas del pop, que inventan coreografías frente a espectadores poco entregados en el metro; princesas que no dejan de ser adolescentes cuyos sueños se topan de frente con una realidad desigual e injusta.

Girlhood, al igual que ocurriese en Tomboy, destaca por su minimalismo, por su “observación sin juicio” al contarnos la vida de Marieme, la segunda de cuatro hermanos en un hogar con escasa presencia parental y excesiva autoridad de su hermano mayor. El poder y el control se alternan entre la calle y la familia, la presión es constante y el grupo de amigas aparece para Marieme como un refugio que, desde fuera, podríamos cuestionar con recelo. Sin embargo, Sciamma no juzga, se delimita a mostrar las circunstancias que definen y oprimen a sus protagonistas, sus miedos y sus formas de divertirse; ídolos, expresiones, y selfies que resultan los ingredientes perfectos para un retrato generacional.
Sin embargo, el potencial de una historia que podría sumarse a propuestas como la de La Clase para crear nuevos referentes en las películas sobre adolescencia, se pierde en la duración excesiva y la mezcla de ideas que sólo consiguen difuminar su mensaje final. La propuesta de Sciamma, como la propia adolescencia, nos produce altibajos; es tan capaz de crear escenas inolvidables con tan sólo un tema de Rihanna y un reparto más que acertado, como de hacer que nos preguntemos cuando acabará la película. Puede que Girlhood no sea la mejor película de la directora francesa, pero tan sólo unas cuantas escenas la convierten en un título tan correcto como necesario.