‘El espejo de los otros’: Crítica

Sinopsis

En El espejo de los otros se presenta un lugar de Buenos Aires que pocos conocen, pero del que casi todo el mundo habla. Detrás de un paredón insípido y de una puerta que no dice mucho, están los restos de una catedral gótica, donde funciona un singular restaurante que ofrece una sola mesa. Todas las noches una última cena. Nadie viene sólo a disfrutar solamente de una gran comida, de los mejores vinos y de buena música. Los comensales que se sientan en la mesa, definen algo importante en sus vidas. (FA)

Crítica

Hay una verdad universal que clasifica al ser humano como una masa inerte que sólo reacciona con vehemencia ante las tragedias ajenas: la morbosidad. Aquella curiosa manía que analiza los conflictos más mundanos a partir de una conversación con más problemas que soluciones, con más opiniones y chistes sardónicos que personas. El espejo de los otros funciona con el mismo modelo que hizo de Relatos salvajes (Damián Szifrón, 2014) una crítica sobre el (verdadero) mecanismo humanístico. Sin embargo, prefiere jugar sus cartas desde una perspectiva conformista, desde el ojo de quien mira fijamente al vecino deseando cualquier tipo de contrariedad con la que poder iniciar su particular liturgia de aspavientos y comentarios.

Marcos Carnevale -el mismo cineasta que ha adaptado de forma soberbia Intocable, la historia cuyos padres son los franceses Olivier Nakache y Eric Toledano, al cine argentino con el título Inseparables–  se atreve con un ejercicio de entraña tan indiferente que pierde toda la esencia dramática, para devenir en una película con pequeños brillos de genialidad y demasiados borrones de incertidumbre. Cuatro historias sobre individuos con panoramas desoladores y reflexiones inconfesables que tratan de hacer valer su peso en la cinta con la intención del que busca convencer a base de acciones impersonales, aunque muy de moda: la exploración del comportamiento humano bajo las distintas connotaciones del término cenáculo; como reunión en que se habla de temáticas minoritarias y como sala diáfana y evocadora donde Jesús organizó la Última Cena.

El espejo de los otros

Apelando al espíritu transparente de los relatos sobre realidades sociales, el ejercicio de Carnevale se refleja en la metáfora impostada y no en la paradoja, es decir en el qué y no en el cómo, ni tampoco en el por qué. Intenta resolver el itinerario de cuestiones existenciales que no es El espejo de los otros en pos de exponer, como ejemplo de la curiosidad más cañera, la fragilidad de dos hermanos que representan las soledad y envidia de quienes se compadecen de su propia vida. Todo a regañadientes. Como el ritmo con el que los distintos protagonistas aparecen y desaparecen en escena, aspecto que se traduce en una estructura más teatral que cortometrajista, en un conjunto de cuadros de costumbre con un pincel desgastado como punto en común. En sus expectativas por adoptar naturalidad, se abandona a lo artificial de la vida cotidiana, a las formas más clásicas para exponer el contenido menos personal.

El optimismo bien parecido no exime al director de su exceso de ambición con una película que oculta las motivaciones de los personajes, que prefiere el alarido resultadista de lo morboso a la mueca irónica del sarcasmo. Y aquí habita el principal obstáculo que supone El espejo de los otros: en su empeño por conquistar al público desde la condescendencia, se acaba destapando como un ente sin esencia que sólo quiere vanagloriarse por su (in)capacidad para romper las líneas maestras de la sociedad. Pero nada más lejos, lo que logra es ensuciar una idea filosófica con una pátina de la pseudo-comedia más intrascendente que se pueda encontrar en el cine argentino actual. El estereotipo representado como una sucesión de experiencias que juegan a engaño con el público, un ejemplo de que el silencio guarda más reflexiones que el diálogo.

Tráiler de El espejo de los otros

Review de 'El espejo de los otros', la nueva cinta de Marcos Carnevale

FLOJA - 4.5

4.5

En sus expectativas por adoptar naturalidad, se abandona a lo artificial de la vida cotidiana, a las formas más clásicas para exponer el contenido menos personal.

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Sobre Mario Álvarez de Luna

Periodista cultural | Crítico cinematográfico | Analista televisivo.

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