La vida de Hannah (Rebeca Hall) se congeló con la muerte de su marido, Hunter Miles, joven promesa del folk. Con su amor intacto a pesar del paso del tiempo, dedica sus días a escribir en el periódico local de la población en la que ambos vivían y a preparar la biografía definitiva de su difunto marido. Sin embargo, todo cambia con la llegada de Andrew McDonnell (Jason Sudeikis) académico e irónico urbanita que pretende encumbrar la figura del Miles al Olimpo de los cantautores malogrados.
Éste es el punto de partida de Tumbledown o La última canción (como se ha traducido en nuestras fronteras) ópera prima del director Sean Mewshaw y su mujer y guionista Desiree Van Til. Tumbledown es una comedia romántica de base que tontea con el drama desde su premisa: un triángulo amoroso en el que uno de los implicados es un fantasma con estatus de santo. La figura de Hunter Miles planea en cada escena, sin necesidad de flashblacks, sirven los comentarios de los que le conocieron, las groupis devotas y la banda sonora que, en una especie de “tú la letra y yo la música”, tiene a Damien Jurado como voz de Hunter y a Daniel Hart como melodía que refuerza los sentimientos de los personajes.

Tumbledown es simpática y fresca en algunos de sus diálogos y acertada y sincera en el tratamiento de la pérdida. Mewshaw y Van Til conciben composición y melodía como una expresión de lo cotidiano y no como un ejercicio de expiación pecaminosa por parte del genio atormentado. En este sentido, la partitura de Tumbledown tiene ecos de Once de Carney en su armonía sencilla pero no por ello simple, ambas conciben al músico como un ser de carne y hueso, con una vida y unas circunstancias que se dejan sentir en su música sin necesidad de ideas suicidas y corazones destrozados, dando a la música lo que es música y al mito lo que es, mayormente, especulación.

Pero, dejando a un lado el enfoque sincero en el aspecto musical, Tumbledown peca de convencional cuando nos centramos en los aspectos cinematográficos. Su home round de tópicos ya vistos en otras comedias románticas hacen que el espectador se encuentre ante una película bonita pero fácilmente olvidable, su dirección sin titubeos pero excesivamente convencional hace de esta última canción un tema sin pena ni gloria en un 2016 lleno de bajas musicales.
Tráiler de Tumbledown (La última canción)
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Tumbledown (La última canción)
Tumbledonw es cálida y sincera pero su home round de tópicos ya vistos en otras comedias románticas hacen que el espectador se encuentre ante una película bonita pero fácilmente olvidable