Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la máxima de nuestra vida es encontrar la identidad. Conociendo dónde se hallan las raíces, podemos construir el camino que nos lleve hacia lo que queremos alcanzar. Se trata de cierta sensibilidad interna, algo así como una etapa que es necesario configurar desde el principio para sentirnos completos, sin carencias, cuando llegue el momento de pasar a la siguiente. Esta breve descripción deja de sonar baladí cuando nos encontramos ante historias como la que Saroo Brierley relata en sus memorias A Long Way Home, en las que se han apoyado Garth Davis y el guionista Luke Davies para componer Lion: Un niño -interpretado por Sunny Pawar, quien romperá la alfombra roja de los Oscar 2017 tal y como lo hizo en la pasada edición Jacob Tremblay- se pierde en una estación de Calcuta, a decenas de kilómetros de su casa, sin encontrar el camino para regresar junto a su madre y hermanos. Un piano con las cuerdas percutidas rasgadas le acompaña en su carrera de fondo por las calles de India, solo y con la cara manchada de tragedia, porque correr es lo imperante en un ambiente donde es más fácil ser capturado como esclavo que encontrar un cartón con el que arroparse. Cuando baja del avión y conoce a sus padres adoptivos, meses después de mujeres corruptas y centros reformatorios, el pequeño Saroo sabe que le han sacado del infierno en el que dejó, no sabe dónde, a su familia.
De una historia cuyo final ya está escrito no es sencillo extraer un propósito de incertidumbre, un motivo para que el público no sólo se conmueva, sino que se interese por los avatares del protagonista. Esa es, precisamente, la clave del trabajo que el tándem australiano realiza en Lion. Cuidan las formas para transmitir toda la crudeza del contexto; relajan el ritmo durante la segunda hora para que Dev Patel dé el do de pecho ganándose la lágrima; y emprenden una búsqueda de origen e identidad de la que poco nos importa su carácter manipulador, sí su precisión cuando narra los hechos con tanta sobriedad. Porque aunque estemos entrando en unos tiempos donde el máximo mandatario del globo (siempre con el permiso, y ahora más que nunca, de Vladimir Putin) está en perpetuo desacuerdo con los hechos, debemos sacar a la luz sucesos importantes sobre la humanidad y la verdad. La de Saroo es una de ellas, y por eso Davis expone sin ningún tipo de cortapisas todos los sentimientos que afloran cuando un hombre, alejado de su familia, descubre una herramienta para volver a abrazarla. Ahí están de nuevo las notas melancólicas del piano, manejando una narración cronológica, alejada de licencias artísticas que no aparezcan en el libro original. Llorar es humano y necesario, así que no te preocupes si tienes que secarte el manantial de empatía que cae por tus mejillas, cuando una soberbia Nicole Kidman le explica a su hijo adoptivo por qué decidió luchar por él.
Pero en Lion no sólo encontramos un drama con el que dejarnos llevar, sino que en él se pone en liza el eterno debate sobre las oportunidades, los privilegios y, en resumen, la vida misma en según qué contexto socio-económico. «Los privilegiados nos pasamos la vida haciendo el tonto» le dice Saroo a Lucy en mitad del tormento que le supone decidirse a buscar su casa en Google Earth y, así, encontrar el camino de vuelta. Si bien es cierto que, en este tipo de secuencias, Davis le entrega toda su fuerza narrativa al impacto emocional, también lo es que el relato comienza a desinflarse plasmando el dilema de la versión adulta del personaje. Da la sensación de que, mientras Saroo revive imágenes de su hermano biológico en su hogar, no hay demasiado de dónde rascar o, directamente, que Davies no ha sabido encontrar el modo de explicarnos todo lo que pasaba por la cabeza del joven Brierley -además de esa recurrente conexión con el pasado. De hecho, la relación con Mantosh, su hermano adoptivo, queda relegada a un tercer plano, a pinceladas -eso sí, de las más crudas- cuando en realidad se revela importante en su vida australiana. Quizá la excesiva simplificación de sus problemas (de confianza) para no sobrepasar las dos horas de metraje haya sido el peor aliado del director. Así las cosas, sólo nos queda dedicar nuestro corazón a comprender el proceso de desilusión-alegría que experimenta cuando descubre que todo el mundo sigue estando dispuesto a ayudarle. Lion, lejos de dejar subtextos en el tintero, también se interesa por la honestidad del agradecimiento, por la bondad sin adornos. Se entiende que cuando quieres emprender un camino que puede hacer daño a tu entorno, rehuses contar con él para tomar la decisión. Incluso que esa decisión te impida coger el impulso para llevarla adelante y no satisfacer lo que te quema por dentro. Pero la verdadera familia, aunque no corra su sangre por tus venas, siempre estará ahí. Y eso es lo que mejor hace la película, dar confianza a todos aquellos que no se atreven a dar el paso para recuperar la tierra donde crecieron, por miedo a ser irrespetuosos cuando su causa sólo puede despertar admiración.
Tráiler de ‘Lion’
Review de 'Lion', con Dev Patel, Nicole Kidman y Sunny Pawar
NOTABLE - 7
7
En 'Lion' cuidan las formas para transmitir toda la crudeza del contexto; relajan el ritmo durante la segunda hora para que Dev Patel dé el do de pecho ganándose la lágrima; y emprenden una búsqueda de origen e identidad de la que poco nos importa su carácter manipulador.