Crítica de El guardián invisible
Crítica de El guardián invisible

Crítica de ‘El guardián invisible’: la tensión de los recuerdos

Hasta ahora, ‘El guardián invisible’ era reconocido por ser un éxito de ventas en lo que a literatura se refiere. Ha sido el cineasta Fernando González Molina el encargado de que la novela de Dolores Redondo de el salto del papel a la pantalla. Luiso Berdejo ha tenido la difícil papeleta y la gran responsabilidad de dar forma de guion a una de las novelas negras españolas más aclamadas por los lectores en los últimos años. Y es que esta coproducción entre España y Alemania resulta efectiva de cara al espectador aunque éste no haya leído el libro.

Su inicio muestra bien pronto esa identidad visual, que junto a la música, poco a poco va creando una atmósfera ideal para el devenir de la trama. Todo se muestra gris y sombrío pero es gracias a ello por lo que se crea un aura luminosa en forma de esperanza. Una esperanza que el personaje principal, interpretado magistralmente por Marta Etura, transmite en cada secuencia. El brillo que irradia la mirada de la inspectora Amaia Salazar hace de escudo a la oscuridad que produce el desconcierto de todo un valle, que ve como siguen apareciendo muertas diversas niñas en las mismas extrañas circunstancias.

Pero si algo también destaca de ‘El guardián invisible’ es la tremenda capacidad de sus personajes secundarios para enriquecer la trama. Esta historia no es la típica persecución entre el gato y el ratón. Fernando González Molina ya apostó por un elenco coral en otras adaptaciones de novelas, realizadas anteriormente en su filmografía como ‘Palmeras en la nieve’, y aquí todos los rostros que aparecen en pantalla vuelven a tener mucho que decir en el transcurso de un caso que está compuesto acertadamente de muchas piezas y en el que el director navarro vuelve a caer en el error de prolongar en exceso el desarrollo.

El guardián invisible
Fernando González Molina junto a Marta Etura y Carlos Librado en el rodaje de ‘El guardián invisible’ || Foto: Manolo Pavón ||

La tensión de ‘El guardián invisible’ se concentra en su parte final

Hacia la mitad del metraje, es cuando la investigación de Amaia Salazar se vuelve más áspera y a su vez se hace más tediosa para el espectador. La película va soltando lastre tensional para centrarse en barajar las cartas que lleven al público a elegir a su sospechoso con demasiada premura a la conclusión. Un desenlace que sí que crece exponencialmente en intriga y acción. Los recuerdos mutan con el presente para unir miedos y heridas por cerrar e incrementar, con ello, el nudo en el estómago que produce ver la cara visible de la verdad.

La música de Fernando Velázquez es, una vez más de decenas que pueden quedar en la memoria, la perfecta acompañante para una identidad visual de muchos quilates a la que ya nos tiene muy acostumbrados en los últimos años el thriller hecho en España.

Dicen que lo esencial es invisible a los ojos. Ahora solo queda esperar para ver si este guardián invisible propulsado por Atresmedia se hace esencial en la mirada del espectador y para la taquilla de un 2017 que ha arrancado con películas de género interesantes.

 

 

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Sobre Carlos Martínez

Comunicación Audiovisual. Redactor cultural y crítico de cine y series en medios digitales.

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