‘Blood Father’: Crítica

Sinopsis

En Blood Father, Lydia es acusada de haber robado una fortuna a un cartel, pero en realidad es una trampa fraguada por su novio traficante. La chica tiene que escapar con el único aliado que tiene en el mundo: su padre, John Link, un eterno fracasado, antiguo motero rebelde y ex presidiario, que se verá en la obligación de vincularse nuevamente con un pasado del que huía para poder salvarla a ella. (FA)

Crítica

Lo que empiezan siendo trazos de un thriller sucio, enérgico y de atmósfera toscana, terminan por ser un dispositivo único para retratar de forma violenta el regreso del mito. Mel Gibson, conquistado por el tiempo y sus excesos, marcado a fuego con arrugas como abismos y un blanco ocular macilento, demuestra que la tesis de la segunda oportunidad sólo marcó el límite de una selección natural porque, en la vida real, existen cantidad de ellas. Blood Father y su director, Jean-François Richet, están interesados en, más allá de desplegar sus alas en un ejercicio que funciona desde el frenesí y con una estructura marcada en tres actos, psicoanalizar la mente de un expresidiario alejado del mundo que alguna vez sintió suyo y que, por amor a su hija, surgirá de entre las sombras para recordarse a sí mismo que todavía hay vida en su interior. El volver a empezar, el otorgarle un significado a una voz desgarrada por el alcohol, las noches en vela y la frustración que nace de la incertidumbre.

Existe un paralelismo poético entre el devenir de la historia y el de su protagonista, que Richet no duda en transmitir desde el primer plano; el empleo del cliché como método de reformulación y no como esquema arquetípico, como solución estructural y no como problema narrativo. El resultado no es otro que la construcción de un ejercicio de serie B rotundo y completamente convencido de lo que quiere contar. Y lo hace de manera soberbia, entretenida, adoptando la nostalgia pulp como nexo de unión entre John Link (Gibson) y el motivo de su renacer. Ese canalla, ejemplo casi perfecto del ideal de hombre solitario que pide a gritos un nueva misión arriesgada, un punto de inflexión con el que retomar la acción de los días; el único motor de arranque de un padre estancado: su herencia vital en peligro, en busca y captura por unos tatuados con peores pulgas que los que se enfrentaron a él en un pasado remoto.

Richet empuña a Gibson como a un revólver lleno de muescas y le hace explotar, saltar por los aires y aterrizar en un mar de arena mientras desarrolla el relato. Su objeto de interés es el personaje y sus miedos, pero también el acercamiento a la narrativa sin concesiones, concentrada en mantenerse apegada al género, sin rebasar las líneas que convertirían a la cinta en una propuesta demasiado ambiciosa para lo que ofrece. Precisamente por eso Blood Father resulta incontestable, porque el bloque no se descose en ningún momento -cualidad que, sin embargo, le hace perder cualquier detalle trascendente.

No obstante, el director se permite el lujo de no enmascarar lo previsible -entrelazado con lo convencional- de su premisa con artificios o posturas engañosas. Demuestra que su terreno es el manejo de la tensión, independientemente del paisaje, integrada en el ruido pero siempre en víspera de la furia que espera paciente. Blood Father es, a grandes rasgos, una película sin doblez, entregada a la velocidad con la que se suceden los acontecimientos, establecida en el entretenimiento pero con una lectura a veces mística de lo que cualquiera sería capaz de hacer, no sólo para proteger a un ser querido, sino para abandonar el purgatorio con la cabeza alta.

Tráiler de Blood Father