La densidad en lo referente a la puesta en escena de ‘Sieranevada’, película que compitió en 2016 en la sección oficial del festival de Cannes a concurso, es un efecto colateral del monumento que Cristi Puiu ha creado para una película que narra no solo la inestabilidad europea en cuanto a la decadencia de los principios, opiniones y, sobre todo, la ética moral; también se centra en la desconexión en el ámbito familiar con un contexto adecuado y una información veraz. Esta sensación persigue a su protagonista, Lary (Mimi Branescu), un médico de cuarenta años que acude a una cena familiar en honor a la muerte del patriarca de la familia fallecido hace cuarenta días y tan solo tres días después de los asesinatos de Charlie Hebdo. En medio de un sinfín de diálogos en los que el fanatismo político, religioso, e incluso el tecnológico en medio de dicha revolución que se da lugar en nuestros días, Lary choca con varias generaciones de una familia que no logra comprender la postura de ninguno.

A medida que avanza, ‘Sieranevada’ muta hacía los terrenos del gran cine, de los grandes temas y de las grandes visiones haciendo de Puiu un director consolidado como uno de los más interesantes directores de nuestros días .La puesta en escena no hace por detenerse en ningún personaje sin dejar de lado a ninguno, parece incluso que la cámara de Puiu duda de si ir hacía a un personaje o hacía otro y esto la hace más poderosa alejándola de los terrenos de lo teatral y acercando la película a la visión cinematográfica (cosa en la que fallaba la pobre puesta en escena de la estadounidense ‘Agosto’) Las temáticas son polifacéticas y mutables dependiendo del personaje que entre en escena (que no son pocos), su edad, cultura, religión, ideología política, identidad cultural, nivel económico…haciendo de la película una especie de test sociológico agridulce en el que cabe una visión, entre la tradición y la transformación, de la Rumanía del siglo XXI y del occidente más extremista y, especialmente, invadido por el miedo ante la amenaza de atentados terroristas en los que los medios atiborran de terror descontextualizado en base al consumo de noticias y la creación de conspiraciones que ignoran los hechos frente la cabezonería de la ideología. Ante la decadencia de Rumanía, el miedo europeo, el déficit de valores, Lary se enfrenta a salvar su matrimonio y a replantear su visión del mundo… incluyendo la de los suyos. Una obra maestra que roza la perfección en la que el espectador acude como uno más a esa cena de locos que es idéntica a nuestra casa.